- PAOLA PEÑA
- FREDDY HENAO
- FREIKER RODRÍGUEZ
El Coaching es un proceso que busca maximizar el potencial personal y profesional de una persona.
Desde el modelo ontológico, los Coaches utilizamos competencias conversacionales en base a distinciones del lenguaje, que forjan posibilidades de acción donde antes no existían.
Dada la cantidad de interlocutores que coexisten en cada momento de la actividad política, el rol del coach y su capacidad de mejorar los resultados a través de conversaciones efectivas, se hace cada vez más importante.
Si todo esto es implementado en un contexto, donde los desafíos están directamente influidos por variables sociales, culturales, económicas, conversacionales y, sobre todo, por la capacidad de escuchar y poder generar acuerdos, la figura del Coach ontológico se convierte en una base imprescindible para poder surfear las olas del liderazgo político.
Nuestro desafío en la Política, es potenciar el trabajo multidisciplinario, para crear espacios de respeto mutuo ante la diversidad de opinión y velar por la legitimación de las personas, como seres humanos, con derecho de vivir cada día en un lugar mejor, que brinde posibilidades de crecimiento continuo.
Existe un amplio consenso respecto a que América Latina ha cambiado profundamente en las últimas décadas tanto en lo social, como en lo económico y en lo político.
Es razonable afirmar que nos hallamos en una nueva época histórica marcada, entre otras cosas, por la superación del pasado autoritario a través de la consolidación de sistemas democráticos efectivos en la gran mayoría de los países del continente. En los últimos treinta años, como indican Bonometti y Ruiz Seisdedos (2010), “América Latina ha experimentado la transición
y la consolidación democrática. Podemos considerar eso como un gran avance para la región, en el sentido que la democracia es la forma más idónea para asegurar el desarrollo humano” (p.29).
Sin embargo, en relación al plano socio-económico, la pobreza crónica que sufre una parte de la población en estos países, nos genera incertidumbre acerca de la estabilidad socio-política democrático en las naciones latinoamericanas, y pueden condicionar la participación política en sus grados y formas. Sumado a esta situación, se encuentra el
actual estancamiento de la economía a nivel regional. A pesar de no ser objeto específico en este artículo, somos conscientes que estos tres planos (económico, social y político) están estrechamente interrelacionados y son, en buena medida, interdependientes.
En cuanto al plano político, para abordar los objetivos de este artículo consideramos conveniente realizar una previa general de la situación política actual en Venezuela. Para tales fines, inexorablemente hemos de comenzar a trabajar a partir de los procesos constituyentes que han tenido lugar.
La Carta Magna con las que se dotó a Venezuela (1999) vertebra
los procesos, métodos y mecánicas de participación política actual, tanto en el plano normativo como también en buena medida programático.
Este proceso estuvo marcado por métodos socio-políticos inclusivos y participativos (esto es, protagonizado por actores que en su mayoría no estaban integrados en el sistema o jugaba un papel marginal hasta entonces) de corte comunitarista. Sus objetivos fueron profundamente transformadores de las estructuras de poder establecidas. (Gott, 2005).
La participación política la entendemos como un elemento esencial en la vida democrática. Como indica Uriarte (2008), se puede definir de forma general como toda actividad de la ciudadanía dirigida a intervenir, de forma directa, indirecta, convencional o no convencional, en la política estatal. De la multiplicidad de definiciones que existen de este concepto, cabe extraer la presencia de tres elementos comunes que son la acción, la influencia, y lo político como marco epistemológico.
En síntesis, las formas tradicionales de participación, de corte liberal institucionalista y centradas en el sufragio, se fueron desvirtuando y perdiendo su legitimidad por culpa, en buena medida, de la praxis sostenida de los partidos políticos, y en base a tres dimensiones: en primer lugar, la pérdida de soberanía nacional-popular, debido a la subordinación de las élites locales ante los organismos político-financieros internacionales (especialmente en los últimos años, con la marcada política neoliberal). En segundo lugar la crisis de la representación y la democracia, que observamos muy claramente con la pérdida de apoyos a los partidos tradicionales al tiempo que surgían nuevas fuerzas al margen del sistema, y con la acentuada caída de la participación electoral. Por último, y quizá la dimensión más profunda en la movilización constituyente o revolucionaria, el enorme crecimiento de la pobreza, así como las desigualdades sociales, étnicas y territoriales, que afecta a nuestra nación (Ortiz Crespo & Mayorga, 2012, p.11).
En conclusión hallamos que, sobre todo en sus primeros años, este
proceso revolucionario nacional-popular supuso una inyección de ilusión y motivación colectiva hacia lo público de amplias capas de la población. En este sentido, contribuyó a la renovación y relegitimación de la infraestructura estatal, como al aumento de la participación política. En este período acudimos a una tendencia desarrollista de su economía y las redes de protección social en temas esenciales como educación, salud, seguridad social, vivienda, cultura o transporte.
Aquí, encontramos en primer lugar que la situación económica y socio-política
viene deteriorándose. En el caso de Venezuela, en la
dimensión política, concluimos que el poder Comunal se halla fuertemente contaminado por las lógicas clientelares, con que se ha gestionado tal proyecto político. También, existe un vacío de autoridad y una caída de la confianza ciudadana que se ha traducido en una situación de ingobernabilidad. Se ha producido un profundo y acelerado deterioro político del país que ya está conllevando grandes cambios en el proceso político venezolano.
En la dimensión socio-económica, el panorama en Venezuela es desolador y afecta cotidianamente al conjunto del país, en todos sus ámbitos. Aspectos como la inseguridad, la escasez, la inflación, y la extrema polarización política, desvirtúan en la práctica los mecanismos de participación ciudadana, por muy avanzados que pudieran parecernos sobre el papel.
En ambas constituciones, cuyas influencias recíprocas son notables, las dimensiones garantistas y de participación tenían como horizonte el desarrollo autónomo de una sociedad civil fuerte que pudiera convertirse en real protagonista de una nueva forma de Estado verdaderamente democrática. Tal y como se desprende este análisis, extraemos dos conclusiones; en primer lugar, que teniendo en cuenta la situación de la que emergieron sendo proceso constituyente (crisis de confianza en la representación política y amplias capas populares afectadas por la pobreza), así como la crisis económica
actual y el bajo índice de población que se siente representado por instituciones, se corre actualmente el riesgo de volver a una situación similar a la anterior (constatando así el fracaso de senda revolución). Por otro lado, se presenta la tesitura apropiada para potenciar los nuevos instrumentos de participación política, priorizando su labor en el campo socio-económico, en la configuración de formas económicas alternativas al extractivismo en favor de un desarrollo sostenible e inclusivo. Para ello, además de fraguar una separación nítida de participación ciudadana y lógicas partidistas, será
necesario un amplio y constante esfuerzo de formación política de la ciudadanía, atendiendo además al papel central otorgado al estrato judicial, pues el diseño constitucional vigente es extenso, complejo y eventualmente difícil de implementar sin tales premisas.
En tal sentido, habrá que seguir atentamente la evolución de la economía y el
desarrollo de los acontecimientos políticos, con la esperanza de una normalización de esos ámbitos que posibilite un efectivo desarrollo de la participación política, y una normalización de la vida democrática y el pluralismo en la sociedad venezolana.
El éxito del Coaching en la actualidad se debe principalmente a que es aplicable a todas las profesiones, puesto que el eje central sobre el que se desarrolla es la comunicación apostando a mejorar la convivencia humana. Desde allí el Coaching ontológico sostiene una postura filosófica y ética en aras de colaborar en la maduración del funcionamiento de las comunidades.
La persona humana se distingue por su capacidad de comunicarse y relacionarse con otras personas a través del lenguaje, por ello el Coaching Ontológico se ha transformado en un instrumento de aprendizaje que complementa la formación universitaria de las distintas profesiones.
En el mundo de la política, el rol de las conversaciones se hace más importante aún, dada la incorporación de los dominios emocionales y corporales a la práctica del coaching desde las distinciones de los estados de ánimo y presencia, así como desarrollar la capacidad de escucha para aportar e incentivar al cambio de la sociedad donde vivimos y participamos. Es por es que la intervención del Coaching nos invita a desarrollar nuestra plena consciencia de la importancia de la política y el poder y a su vez conocer los distintos dominios y distinciones que afectan, tanto a los gobiernos de las naciones, los territorios y los corporativos, como a las comunidades activas, a las organizaciones del tercer sector y a la acción política en general. El propósito del coaching en la política es aportar capacidades para poder observar e intervenir positivamente en estos dominios, a la vez de mostrarnos las distinciones, creencias, juicios, posibilidades y enfoques que se abren en este entorno político, así como cuáles son sus quiebres recurrentes.
Creemos que es necesario, no sólo que se converse de mejor manera en la política, sino que se sostengan conversaciones entre quienes no conversan hoy. Si no logramos que esto ocurra, sólo quedarán los caminos de la imposición y el enfoque único, que nos han traído al desencuentro que hoy vivimos. Ahora más que nunca, se hace necesario poder mirar las prácticas en estos ámbitos con nuevos ojos, humanizándolas y llenándolas de sentido y en ello el Coaching Ontológico puede aportar un enfoque diferencial.